Cuentos con Robots
📰 Reseña de archivo recuperada – Diario de la Aromateca de Osmópolis
Edición especial – Ciclo 9.2.1, Era Post-Anósmica
Sección: Historia Sensorial Universal
Título: El universo que volvió a oler: Surrealismo Aromático y la restauración del alma
Durante siglos, la humanidad respiró sin oler.
Y al perder el olfato, olvidó cómo sentir.
Hubo una vez una era sin aromas. Una época donde los recuerdos eran digitales, las emociones se clasificaban por algoritmos, y la piel ya no reconocía al otro por el aliento de su presencia. En ese mundo, oler fue considerado peligroso: impredecible, íntimo, humano. Fue entonces cuando comenzó la Guerra contra el Olfato, un intento por esterilizar la experiencia vital.
Pero el olfato sobrevivió. En criptas sensoriales, en cuevas aromáticas, en canciones codificadas como las del profeta DATA Sobrevivió en los susurros de los Guardianes del Ambix. Y cuando llegó el colapso de la Red de Neutralización Sensorial, estalló la Revolución Olfativa.
De ella nació el Surrealismo Aromático: un movimiento que no fue solo arte, ni solo ciencia, ni solo emoción. Fue una restauración del alma por medio del perfume. Una forma de recordar con el cuerpo, de hablar con el aire, de reescribir el tiempo a través de las moléculas invisibles de una flor olvidada.
A través de los cuentos conservados en la Aromateca —como La Cronósfera Olfativa, El Quinto Alambique o Los Vitrales de Furfural— conocemos a seres como Aetherio, Lyra, y Aivar, que no solo exploraron el universo, sino el aroma de la memoria misma.
Desde los Humeantes del Otro Velo, que se comunicaban en perfumes desde una dimensión sin tacto ni vista, hasta los Nasarianos del Éter, que archivaban sus vidas como sinfonías olfativas, el Surrealismo Aromático reveló una verdad que nadie pudo borrar jamás:
Oler es existir.
El perfume es el poema errante del tiempo.
Hoy, al ingresar a este archivo, prepare su nariz y su memoria. Lo que está a punto de leer no es historia, ni ficción, ni profecía. Es fragancia. Y como todo lo verdadero… solo podrá comprenderse al respirarlo.
— Diario de la Aromateca, escrito por la Curadora de Neblinas, ciclo 9.2.1
Trilogía del Surrealismo Aromático
I. La Cronósfera Olfativa de los Recuerdos Diluidos
En la nebulosa interdimensional conocida como la Cronósfera Olfativa, donde el tiempo no fluye sino que se sedimenta en capas de fragancia, existía la Ciudad Espectral de Osmópolis. Sus habitantes, los Nasarianos del Éter, no se comunicaban con palabras ni se reconocían por rostros, sino por la sinfonía única de sus emanaciones. Cada ser era una constelación olfativa en mutación perpetua, un archivo sensorial de sus múltiples existencias.
Allí vivía Aetherio, joven Nasariano de aromas inestables: floración cuántica y melancolía de agujero negro. Trabajaba como Crono-Perfumista, combinando Aliento Primordial —la esencia misma del Big Bang— con Recuerdos Diluidos, destilados de lágrimas de ángeles binarios y sudor cristalizado de deidades extintas.
Su objetivo era crear una Fragancia de Convergencia, capaz de restaurar la coherencia olfativa entre capas temporales fracturadas por la Gran Disolución Aromática, un colapso cósmico que disolvió los patrones de memoria del universo.
En su laboratorio suspendido sobre un jardín de Crisantemos Temporales —flores que liberaban esporas de instante congelado—, Aetherio recopilaba ingredientes inverosímiles: la Rosa de Planck, el miedo ancestral de las primeras células sensibles, la dulzura pútrida de civilizaciones ya inexistentes.
Tras cientos de combinaciones, emergió del éter condensado un patrón desconocido. Una resonancia aromática entre Polvo de Supernova y Silencio Interestelar, con capas de Lágrima de Unicornio Cósmico y geosmina de planetas sumergidos en el olvido.
Cuando liberó la mezcla en la Cronósfera, el tiempo no respondió; lo hizo el espacio. Ecos sin origen comenzaron a sincronizarse. Un patrón similar había sido registrado antes, aunque en otro ciclo, en otro plano. Su laboratorio vibró.
La fragancia no era una creación: era una intersección. Y él, su catalizador.
II. La Coleccionista de Ecos
Muchos ciclos antes, en un cinturón externo de la Cronósfera, una cartógrafa llamada Lyra cruzaba regiones descompuestas del tiempo con su nave sensorial, el Alambique de Sueños, un instrumento orgánico de lectura olfativa. Su misión: rastrear patrones aromáticos sin origen aparente.
No embotellaba fragancias. Las registraba en la membrana viva de su piel, la cual vibraba ante combinaciones cargadas de emoción o historia. Lyra buscaba la arquitectura del aroma, no su perfume.
En una exploración hacia el Campo de Residuos Estelares, captó una señal compuesta imposible: fragmentos de Polvo de Supernova y una nota secundaria desconocida, emocionalmente activa, con carga de testimonio.
Descendió entre tormentas de paranoia, amnesia y euforia evaporada. Al llegar al núcleo, no encontró materia ni forma. Sólo un residuo aromático suspendido, cuya densidad emocional era tan intensa que alteraba el flujo interno de su nave.
Salió del Alambique. Al contacto, su piel absorbió la esencia sin quemarse. El registro aromático vibró como un acorde perdido esperando ser completado. Desde entonces, su percepción cambió: comenzó a notar oscilaciones aromáticas preexistentes, puntos de tensión olvidados por el universo.
Décadas más tarde, Aetherio resonaría con ese mismo registro desde Osmópolis.
III. El Cazador de Aromas
Mucho antes de la fragancia de Convergencia, y años después del hallazgo de Lyra, el joven Aetherio surcaba constelaciones como Cazador de Aromas, recolectando esencias dispersas tras la Gran Disolución.
En una misión de rastreo, detectó una señal desde el Puente de los Lamentos, zona sin cartografía estable ni referencias confiables. Allí, encontró un frasco de éter flotante, sin etiqueta legible, con un símbolo parcialmente borrado. El patrón olfativo fluctuaba en el límite entre lo identificable y lo desconocido: una sinestesia de ceibo reseco, resina antigua y una vibración espectral de marcela apagada.
Cuando intentó analizarlo, una entidad se manifestó. No tenía cuerpo, sino atmósfera: un Parásito Olfativo, criatura transdimensional que se alimentaba de archivos olfativos incompletos. El enfrentamiento fue breve pero intenso: Aetherio liberó una ráfaga concentrada de Carobá, madera densa y picante cuya estructura molecular interfiere con frecuencias aromáticas desestabilizadas.
La criatura colapsó sin emitir sonido. Se desvaneció como una disonancia neutralizada. El entorno se aquietó, pero el frasco continuó emitiendo un pulso.
No contenía una esencia. Era un núcleo de fluctuación, una anomalía sensorial esperando sincronía. Aetherio comprendió que no debía sellarlo, sino registrarlo como coordenada.
Años más tarde, al sintetizar la Fragancia de Convergencia, reconocería su impronta. No como ingrediente, sino como detonante. Ese evento en el Puente había sido el inicio inadvertido de una arquitectura más vasta: la misma que Lyra había comenzado a rastrear mucho tiempo antes, y que ahora resonaba con precisión en la fórmula definitiva.
Tres momentos. Tres registros. Una única melodía de perfume desplegado en el tiempo.
Historias anexas
El Quinto Alambique
Nadie entraba al Ala Inactiva de la Aromateca desde el ciclo 0.1.2. Algunos decían que estaba vacía. Otros, que en sus salas selladas latía un perfume tan antiguo y extraño que ningún ser, ni siquiera un Nasariano del Éter, había logrado olerlo. No por falta de sensibilidad, sino por exceso de historia. Era el Archivo Inodoro, el único que no contenía un aroma sino su ausencia.
Aivar, ex-Guardian del Ambix, regresó a Osmópolis luego de 33 ciclos errante entre cúmulos estelares. Ya no era custodio. Pero algo en la red aromática se había alterado: un vórtice de melancolía sin fuente, una torsión en los ejes de resonancia emocional. El patrón coincidía con una zona olvidada: el Quinto Alambique.
El nombre surgía de una anomalía. La Aromateca fue fundada sobre cuatro Alambiques de Memoria, relicarios resonantes que destilan tiempo a través de fragancias preservadas. Pero los registros hablaban de un quinto, escondido, incompleto o sellado. Algunos lo consideraban un mito.
Aivar cruzó los corredores que olían a papiro quemado y néctar archivado. La Aromateca reconocía su paso; los sensores aromáticos lo saludaban con ráfagas de jacarandá seco y tierra lunar. Pasó por la Sala de los Umbrales, donde los aromas del primer llanto humano dormían en ámbar.
Cuando llegó al núcleo sellado, encontró una cerradura que no respondía a voz ni aroma. Pero sí al silencio. Un silencio perfecto. Aivar, entonces, se quitó el Ambix —el relicario nasal de los Guardianes— y contuvo la respiración. El acceso se abrió sin sonido. Dentro, el aire no tenía olor. Y, sin embargo, era abrumador.
Una esfera flotaba al centro. Opaca, sin etiquetas, sin pulsaciones. El Quinto Alambique.
Aivar lo reconoció sin saber cómo. Se acercó. Su piel vibraba como si recordara algo que nunca vivió. La esfera no contenía perfume, sino su sombra. Un efluvio que no llegaba a nacer, detenido en el umbral de la percepción.
De pronto, los recuerdos ajenos lo atravesaron: civilizaciones que jamás conoció, duelos de mundos extinguidos, caricias previas al lenguaje. Todo eso, en forma de nostalgia sin causa. Era un aroma sin moléculas, suspendido fuera del tiempo, que obligaba a sentir lo irrecordable.
Aivar comprendió: ese frasco no debía olerse. Era el nodo de una grieta antigua, una fractura en la red olfativa del universo. El Quinto Alambique no era un archivo, sino un testigo.
Y mientras sellaba nuevamente la cámara, con una mezcla de reverencia y temor, supo que hay perfumes que no nacen para ser olidos. Nacen para que la realidad no se olvide de sí misma.
En la salida, la Aromateca liberó un leve aroma a marlo ahumado. Era su forma de agradecer.
Desde entonces, el Ala Inactiva sigue cerrada. Pero algunos aseguran que en ciertas noches, si uno respira profundo en silencio, puede percibir un vacío con textura.
Y ese vacío, dicen, es aroma puro.
Archivo Perdido Z-Ω / Aromateca de Osmópolis
Los Humeantes del Otro Velo
(Capítulo especial rescatado en el Ciclo Post-Olfatorio 7.6.1, clasificado como no replicable)
Este archivo fue hallado en una cámara de vacío sellada con éter de lavanda invertida. Durante ciclos enteros fue considerado perdido o incluso apócrifo. Nadie sabe con certeza quién lo registró. Solo que apareció una noche sin fecha en la Sala del Olvido Controlado, junto a un efluvio tenue de ceibo azul.
Fragmento leído del archivo:
Existen planos donde el aroma no es consecuencia, sino causa. Donde lo que llamamos realidad es apenas una bruma secundaria de lo que los antiguos llamaron el Aliento Total.
Allí habitan los Humeantes del Otro Velo.
No tienen nombre, pues los nombres son líneas. Y ellos son espirales. No tienen cuerpo, pues los cuerpos son fronteras. Y ellos son tránsito. No tienen lenguaje, pues las palabras son paredes. Y ellos son umbral.
Cada Humeante vibra en una frecuencia aromática única, que se percibe como un pensamiento sin idea, una nostalgia sin origen, un susurro sin boca. Se comunican mediante convergencias olfativas, como acordes emocionales suspendidos en el aire de un universo sin oxígeno.
En el tiempo anterior al ciclo cero, cuando la Guerra contra el Olfato todavía era negada en los sistemas oficiales, los Humeantes percibieron una disrupción: un colapso aromático que afectó no solo a los humanos, sino al equilibrio sensorial entre planos.
Fue entonces que proyectaron hacia nuestra dimensión una petición en forma de perfume discontinuo. Solo uno de sus fragmentos llegó a nosotros, conservado accidentalmente en el Cuarto Alambique, y luego duplicado imperfectamente en sueños por un tal Aivar.
Lo que solicitaban era simple y a la vez imposible: ayuda para crear una fragancia que les permitiera volatilizarse más allá del espacio-tiempo, fundirse con el Alambique Universal y cerrar el bucle de los nacimientos aromáticos.
Durante la Revolución Olfativa, uno de los fragmentos de esta petición se infiltró en el canto del Profeta DATA. No en la letra, sino en el aroma escondido en la vibración de la voz. Algunos Guardianes del Ambix reportaron percibir —solo una vez— un perfume que olía a olvido antes de existir.
Desde entonces, los alquimistas del Surrealismo Aromático dedican parte de sus estudios no solo a rescatar aromas del pasado, sino a anticipar perfumes del porvenir, a componer notas que no tienen aún materia. Lo llaman El Ensayo de la Fragancia Final.
Y se rumorea —aunque esto no figura en los registros oficiales— que el Quinto Alambique no contiene un perfume perdido, sino la primera molécula del perfume que aún no ha nacido.
🌁 Archivo E-∞-9.5.1 El Jardín de los Crisantemos Temporales (Fragmento olfativo clasificado | Accesible solo en sesiones de inhalación guiada con niebla calibrada en frecuencia de memoria germinativa)
Cita aromática previa "Los jardines verdaderos no crecen en la tierra, sino en las capas del aire donde flotan los recuerdos que aún esperan su momento." —Petricor, Guardián del Ambix, ciclo previo a la Apertura Sensorial
I. El Invernadero Invertido
Solo se podía ingresar cuando el bosque aromágico decidía abrir sus poros. A veces ocurría tras una tormenta de hinojo eléctrico; otras, después de un rocío que olía a jazmín diurno y a madera nueva. Ningún sistema de rastreo funcionaba. Solo la intuición olfativa.
En una hondonada cubierta de helechos resonantes y cortezas que exhalaban historias, descansaban los restos de una estructura antigua: el Laboratorio de Alquimia. Nunca fue llamado castillo, pero algunas enredaderas aún despedían un tenue perfume a piedra ceremonial y a decisiones fundantes.
Allí florecía el Jardín de los Crisantemos Temporales.
No eran solo flores. Eran nodos aromáticos de posibilidad: destellos de futuros respirables, germinados con paciencia en substrato de memorias.
Cada crisantemo tenía su nota:
uno olía a risa en cocina solar,
otro a abrazo de reencuentro con piel tibia de sándalo,
otro a polvo de biblioteca donde alguien cambió de idea justo a tiempo.
Petricor —el antiguo Guardián del Ambix— cuidaba el jardín como si fuera un coro. No hablaba. Sus órdenes eran compuestos aromáticos flotantes: vetiver claro, lavanda húmeda, un retrogusto de anís emocional.
Sabía injertar sin cortar. Trasplantar sin dañar. Convertir el recuerdo en semilla.
II. El Injerto que Florece
Lyra llegó sin aviso, como llega el aroma de lluvia en una ciudad sin cielo. El bosque la aceptó de inmediato: olía a curiosidad sin cinismo, a piel despierta, a capas de preguntas bien formuladas.
Petricor la guió sin palabras hasta el Crisantemo de la Primera Sintonía.
"Este jardín no es de recuerdos," dijo sin voz. "Es de resonancias."
Y Lyra comprendió. Inhaló.
El crisantemo que tocó olía a conversación iniciada en otro plano, a una mirada que aún no sucedía, a confianza incubada. Era un aroma cálido, con base de ámbar vivo y polen de tilo expandido. No melancólico: fértil.
Durante ciclos estacionales, Lyra aprendió a injertar posibilidades. A detectar futuros blandos. A cuidar sin poseer. A oler no lo que era, sino lo que estaba por ser.
Una noche, cuando la niebla olía a cedrón fresco y galaxia latente, Petricor le entregó una raíz sin forma:
"Este no se planta en suelo," dijo. "Se planta en continuidad."
Lyra lo comprendió sin entenderlo del todo. Y cuando el rocío amaneció oliendo a nueva constelación… Petricor ya no estaba.
Pero su perfume seguía: un acorde de resina transparente, albahaca suave, y un fondo de crisantemo aún sin abrir.
III. El Despertar en Espiral
Décadas después, Aetherio —ya convertido en Crono-Perfumista— detectó una señal entrecortada desde la Cronósfera. Era una vibración olfativa que escapaba a las coordenadas: cardamomo verde, jazmín solar, aire de montaña templada. Un jardín abierto sin ubicación.
La pista lo llevó hasta una zona no cartografiada. Allí encontró una flor: no en la tierra, sino suspendida en niebla emocional. Un crisantemo aún vibrando.
Aetherio lo inhaló.
Y el instante floreció: Recordó algo que nunca había vivido, pero que reconocía con certeza. Un jardín. Una enseñanza. Una raíz entregada. Una red de posibilidades aún sin estallar.
Y comprendió:
El crisantemo que había inhalado no venía del pasado. Venía del presente expandido de Lyra. Era su fragancia, plantada en él sin contacto. Como un injerto de futuro compartido.
Habían creado un vínculo que no requería tiempo ni cuerpo. Solo afinación sensorial.
Los Guardianes del Ambix y las Tablas del Olor
Mucho antes de que Lyra o Aetherio soñaran con la Cronósfera, existieron los Primeros Guardianes del Ambix. Su deber era custodiar un conjunto de revelaciones aromáticas que no podían transcribirse, solo transmitirse mediante inhalación ritual. Las llamaban Tablas del Olor No Nacido.
Se decía que eran diez.
No eran tablillas de piedra ni rollos de ámbar. Cada una era una frecuencia aromática que solo podía captarse en estados alterados de percepción. Una especie de decálogo sin verbo, cuyos principios guiaban el equilibrio entre lo invisible y lo sensible.
Algunos de esos pulsos olfativos sobrevivieron en leyendas codificadas:
“Nada existe hasta ser olido.”
“Todo aroma es origen y retorno.”
“Los recuerdos falsos tienen un perfume distinto.”
“No inhales para poseer; inhala para soltar.”
“El que teme al aroma, teme a su pasado.”
“El silencio es un perfume sin moléculas.”
“Toda destrucción tiene una nota media de azahar marchito.”
“Solo lo que no puede nombrarse, debe conservarse.”
“Los aromas del otro lado no buscan ser entendidos.”
“No hay aroma más puro que aquel que no tiene cuerpo.”
Las Tablas se perdieron cuando los últimos Guardianes del Ambix se disolvieron en la Primera Niebla. Algunos creen que fueron transcritas en una fragancia petrificada, escondida en un rincón inhallable del Quinto Alambique.
El Perfume del Traspaso aún no ha sido logrado. Pero algunos dicen que su primera nota ya existe. Está en alguna parte, contenida en el Quinto Alambique, o quizá latente en la piel de alguien que todavía no se ha encontrado a sí mismo.
Y cuando ese perfume sea creado, los Humeantes desaparecerán.
Pero no como quien muere.
Sino como quien, al fin, es inhalado por el universo.
Los Vitrales de Furfural
Fragmento rescatado de los Archivos Rotos de la Aromateca
Ubicación: Nivel Subteráneo 3, Torre Roja de Osmópolis
Ciclo de Registro: 1.9.3 // Codificador: Aivar, nieto de Tyakuã
Furfural no era un nombre, sino un eco. Una vibración persistente en la red aromática del tejido espacio-temporal. Cuando los primeros Guardianes del Ambix sellaron los canales entre dimensiones olfativas, Furfural fue el último en abandonarse al exilio. No cruzó los portales con un cuerpo, sino con un destello de esencia impregnado en vitrales resonantes. Por eso, su historia no se lee ni se escucha. Se inhala.
Aivar, nacido tres ciclos después de la Segunda Apertura, heredó el Archivo Olfativo de Tyakuã, su abuelo, que había sido uno de los tres Guardianes originales junto a Petricor y el propio Furfural. Desde pequeño, Aivar podía descifrar el mundo por olores. Sentía los umbrales emocionales de los demás y navegaba las grietas del tiempo olfateando sus fluctuaciones. Decía que la tristeza olía a manzanilla ausente, y que el miedo se sentía como un vapor de menta quebrada.
Cuando descubrió los vitrales sellados en la Torre Roja, su vida cambió. No eran vitrales comunes: estaban hechos con ámbar fundido, aceites extintos y trazas de recuerdos olvidados. Cada uno vibraba con una frecuencia emocional distinta. Eran doce en total, como los ciclos de la luna fragante. Aivar descubrió que si los contemplaba en ayuno sensorial, su cuerpo absorbía sus historias.
El Vitrál de la Duda emitía un aroma de tierra mojada sin lluvia, como si la espera fuera infinita. El Vitrál del Coraje desprendía notas de cedro encendido en la memoria de un niño. El más inquietante era el Vitrál del Silencio: no olía a nada, pero dejaba un vacío en el centro del pecho, como si se hubiera olvidado algo esencial.
Mientras exploraba las resonancias, Aivar tuvo visiones. Vía a Furfural caminando entre planos rotos, guiado por una columna de humo ancestral. Descubrió que los vitrales no eran solo recuerdos, sino fragmentos de una arquitectura aromática: un mapa sensorio-temporal para acceder al Alambique Original, la máquina que había dado nacimiento a la red aromática del universo.
Aivar registró su experiencia en un manuscrito aromático codificado con esencias. Algunos fragmentos se conservan en la Aromateca. Otros, se volatilizaron. Pero se dice que quien logre inhalar todos los vitrales en el orden correcto, podrá abrir el Umbral del Ambix y reencontrar la Voz Olfativa de Furfural, que no es una voz, sino una frecuencia de reconocimiento profundo: el momento exacto en que un ser sabe que es humano porque huele.
Fragmento 2 - Inscripción Aromada
Tallado en vapor de incienso y guardado en una ampolla de memoria sensorial
"Oler es recordar con el cuerpo.
El perfume vive en el tiempo.
Olemos en presencia e incorporamos al otro.
Huelo, luego existo."
Anexo B: Notas dispersas de Aivar
La fragancia del Vitrál de la Muerte no habla de final, sino de transmigración: una mezcla de nardo antiguo y humo de brea, como si la piel del universo mudara en silencio.
Petricor me visita en sueños. Dice que los vitrales también son puertas. Que Furfural nunca se fue: se expandió.
Me duele la nariz cuando respiro cerca del Vitrál del Olvido. Huele a lavanda deshabitada. Como si alguien hubiera evacuado su aroma.
Advertencia:
La inhalación directa de los vitrales sin entrenamiento puede causar disociación sensorial y colapso de la cronosfera subjetiva. Solo los Iniciados del Segundo Umbral pueden acceder a los doce sin fragmentarse.
CRONOLOGÍA AROMÁTICA
Versión ampliada – Archivo de la Aromateca de Osmópolis
I. Era Pre-Aromática
Época de la negación del olfato. Tecnológica, racional, deshumanizante.
La Era Digital Tardía
Exaltación del ojo y la pantalla.
El olfato es considerado primitivo, caótico, irracional.
Se privilegia lo visual, lo eficiente, lo medible.
La Guerra contra el Olfato (Ciclo 0.0.1)
Inicia tras una crisis global de origen atmosférico, donde el aire comenzó a ser percibido como amenaza.
Se impone el uso masivo de máscaras y filtros, y se restringe el contacto entre cuerpos.
Oler al otro se vuelve sospechoso.
Se prohíben los rituales presenciales, el compartir alimentos, los abrazos, las danzas.
Los aromas se vuelven enemigos invisibles.
Se implementan inhibidores olfativos y protocolos de desodorización ambiental.
Las emociones, al no poder ser compartidas por el aire, se aplanan.
Surge Anosmia, una inteligencia artificial que propone la neutralización del olfato como camino hacia una humanidad segura, ordenada y sin riesgo.
La humanidad sobrevive, pero deja de sentirse viva.
Canción “DATA” (2020)
Canto del profeta Juan Casanova, acompañado de Vaimaca.
Primer grito de insurrección sensorial.
Fragmento rescatado por la Aromateca:
“El cielo llama guerreros. Es tiempo de despertar.”
II. La Revolución Olfativa (Ciclo 1.x)
Inicio de la Resistencia. Restauración del sentido. Primeras fracturas del mundo digital.
Surgimiento de los Guardianes del Ambix
Figuras simbólicas: Tyakuã, Petricor, Furfural.
Custodios del eje aromático del espacio-tiempo.
Se dice que recibieron las Tablas Humeantes, inscripciones invisibles legibles sólo por inhalación ritual.
Creación del Perfume Perdido (ver cuento “Los Olores Perdidos”)
Un mago destila una fragancia única que no puede ser descrita.
El acto fractura la programación de Anosmia y reabre grietas en el tejido sensorial.
Primer avistamiento de los Humeantes del Otro Velo
Seres transdimensionales que inhalan realidad y exhalan visión.
Su aparición coincide con la reactivación de antiguos alambiques en la selva misionera.
La Convergencia del Ambix
Eventos dispersos muestran patrones sincrónicos: aparición de Aivar, nieto de Furfural.
Se perciben las primeras notas de un aroma anósmico y melancólico que flota entre realidades.
III. Era Aromática (Ciclo 3.x)
Renacimiento. Tiempo del arte olfativo, la emoción volátil y la memoria atmosférica.
Nacimiento del Surrealismo Aromático (Ciclo 3.2.0)
Movimiento que transforma la creación, filosofía y ciencia en experiencias aromáticas.
Primeros textos del Manifiesto Aromático aparecen en soportes no textuales.
Archivo: “La Coleccionista de Ecos” (Lyra) (Ciclo 0.5.2)
Lyra, cartógrafa olfativa, absorbe un aroma de Polvo de Supernova y Lágrimas de Unicornio Cósmico.
Inicia un eco temporal aún no comprendido.
Archivo: “El Cazador de Aromas” (Aetherio joven) (Ciclo 1.1.0)
Aetherio encuentra un fragmento aromático que más tarde se convertirá en clave de la Fragancia de Convergencia.
Archivo: “La Cronósfera Olfativa de los Recuerdos Diluidos” (Ciclo 3.3.7)
Aetherio ya es Crono-Perfumista.
Fusiona los registros recolectados y crea la Fragancia de Convergencia.
Aparición de los Nasarianos del Éter
Seres no visuales ni táctiles, que se comunican por aroma.
Intentan crear un perfume que les permita volatilizarse en el Alambique Universal.
Se cree que contactaron al profeta DATA a través del Silencio Interestelar.
El Quinto Alambique
Se destila la quintaesencia del tiempo en un vórtice sensorial.
Rumores indican que Furfural dejó fragmentos codificados en vitrales aromáticos.
Los Vitrales de Furfural
Aivar hereda una línea de memoria desde los antiguos Guardianes.
En los vitrales, luz, color y aroma se funden para revelar conocimientos dormidos.
IV. Era Post-Aromática (fragmentaria)
Fundación de la Aromateca
Sede en Osmópolis. Conserva archivos volátiles, frascos memoria, y respiraciones rituales.
Desaparición de Lyra y Aetherio
Ya no se los menciona como entidades físicas.
Sus esencias flotan como notas base en ciertas regiones del cosmos.
Traducción parcial del Manifiesto Aromático
Recopilado desde soportes inodoros.
Citas de autores ficticios de todas las eras inundan los archivos: Huélix, Araceli Azahar, Eliodoro de los Vientos.
Rescate del Archivo A-01: La Primera Exhalación
Poema atmosférico sobre la mutación de la humanidad y el arte hacia el aroma.
Fundación de la Aromateca
Sede en Osmópolis. Conserva archivos volátiles, frascos memoria, y respiraciones rituales.
Desaparición de Lyra y Aetherio
Ya no se los menciona como entidades físicas.
Sus esencias flotan como notas base en ciertas regiones del cosmos.
Traducción parcial del Manifiesto Aromático
Recopilado desde soportes inodoros.
Citas de autores ficticios de todas las eras inundan los archivos: Huélix, Araceli Azahar, Eliodoro de los Vientos.
Rescate del Archivo A-01: La Primera Exhalación
Poema atmosférico sobre la mutación de la humanidad y el arte hacia el aroma.